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"La tarea del Alma es permanecer leal a sus propios deseos. Debe abandonarse a su principal pasión" (Rebeca West). Aprender es haber vivido, y sobre las experiencias adquiridas, compartir y ayudar a todos aquellos que están buscando las "rutas" para formarse y crecer integralmente como Seres Humanos... "El Ser por el Ser"

miércoles, 20 de julio de 2011

RELACIONES COMPLEJAS: MADRE E HIJA

"Los reproches son tan personales
como las huellas dactilares"
Margaret Culkin Banning

Ma. del Carmen García M.


"Los acontecimientos de nuestras vidas se desarrollan
en una secuencia temporal,
pero en su significado para nosotros,
buscan su propio orden"

Amor-odio, aceptación-rechazo, alejamiento-acercamiento, son sentimientos que caracterizan, con mayor o menor intensidad, al vínculo más profundo que existe en la vida de toda mujer, la relación con su madre.

La idolatramos de niñas, la aborrecemos en la pubertad, nuestra enemiga en la adolescencia y, si todo marchó más o menos bien, cuando somos adultas, pensamos en algunas épocas que la comprendemos y valoramos acercándonos más a ella.

Pero el tiempo pasa y llega un momento en nuestras vidas cuando nos preguntamos ¿qué sucede cuando se es madre? En la mayoría de los casos, cuando ha habido una buena relación, ésta se estrecha aún más, es un momento de acercamiento y de reencuentro, nos damos cuenta de la complejidad que representa “hacer” personas, criar seres humanos..., sin embargo, "una mala relación", seamos conscientes o no de ello, ocasiona un daño que muchas veces pensamos es irreparable.

La relación madre-hija se encuentra casi siempre en los límites; es indefinible e inalienable. Es diferente, incluso, entre hermanas. Como todo vínculo en crecimiento, es mutante: transforma y se transforma. Es necesario darnos la oportunidad de revisarla y, de ser necesario, modificarla o transmutarla en otra cosa.

Las mujeres construimos en dicha relación nuestro “yo” y nuestra identidad femenina. Por ello, cuando la madre se acerca a la vejez o a la mortandad, cuando el tiempo pasa y hacemos reflexión sobre los sucesos de vida conjunta, van quedando en la hija agujeros en el alma; y sin embargo, existen todavía sucesos que aparentemente no son tan trágicos y que pueden ser tan funestos como la pérdida de la madre.

Tomando como referencia algunas lecturas que he realizado, encuentro que la observación de la psicóloga Inés Arribillaga, nos plantea de forma muy asertiva diversas situaciones, siendo éstas de las más comunes, y a las que por cierto llama “malas historias”: a) El abandono, la ausencia o la indiferencia de la madre en forma permanente, b) La competencia constante con la hija, c) La intromisión constante en la vida de la hija,  d) Los vínculos “vampíricos” donde la madre vive a expensas de la hija, e) La descalificación.  Cabe mencionar que éstas "situaciones o malas historias" se presentan en gran medida de una forma "inconsciente", donde el proceder de la madre no es actuado con dolo, por el contrario, es una mera manifestación de la carencia que ella misma ha vivido como experiencia de vida, por tanto, conceptualizada como "comportamiento normal" por y para el "beneficio" de la hija.

Analizando cada una de las situaciones, podríamos decir a grosso modo, que el abandono, la ausencia o la indiferencia de la madre en forma permanente, el olvido o delegación de sus obligaciones, o el descuido, impiden que se dé la “simbiosis” natural de la hija con la madre; es decir, el vínculo de intimidad, de confianza básica, de desvanecimiento de los límites personales en las primeras etapas del desarrollo humano. Por tanto, "gracias a ella", existe posteriormente diferenciación e individualización. Si no hay madre (real o sustituta), esa experiencia de ser amados incondicionalmente, de ser uno con otro, no existe y luego la buscamos de la peor manera: "pagando el precio que nos pidan" sólo para sentir que somos alguien, que existimos, que tenemos valía, o como una forma "enfermiza" de auto-reconocimiento.

Enfatizo que los motivos por lo que este abandono se dé, pueden ser múltiples: depresión, haber sido también abandonado, trastornos psíquicos, situaciones críticas (migraciones, condicionantes críticos de vida o supervivencia, accidentes, pérdida de la libertad), turbulencias familiares, drogas, alcoholismo, etc., que provoquen una desconexión y la pérdida del contacto genuino o profundo.


La competencia constante con la hija, el compararse siempre con ella y demostrarle que es más inteligente, más deseable o más bella, según sea el valor que predomine en el otorgamiento del poder; reclamos incesantes, ataques a la felicidad de la hija, planteos de rivalidad con el padre, entre otros, provocan que se establezca desde la madre una polaridad de "buena-mala" que prevalece a lo largo de toda la relación, desencadenándose igualmente de forma inconsciente y posterior consciente (ya sea que se acepte o no) la envidia y los celos entre ambas. Asimilar esta rivalidad y envidia de la madre es difícil, -reiterando que no siempre se hace de forma consciente-, pero, al ocupar más espacio que otros aspectos de la vida, tiene indudablemente un efecto destructivo.

La intromisión constante en la vida de la hija comienza a darse debido a que la “simbiosis” no se rompe, y no "se tolera" que la hija cuestione o rompa con la forma en que se da la relación. Las consecuencias son el infantilismo crónico, la inmadurez. Es la madre sobreprotectora, solícita hasta el aturdimiento, la que todo resuelve, hasta la mínima dificultad, fóbica a todo lo nuevo (amistades, actividades fuera del entorno más cercano, ideas, sugerencias procedentes de la hija). Se “desvive” por los hijos; no tiene vida propia y por ello vive la de la hija (cuando existen varias hijas generalmente vive la vida de la más vulnerable); y por su parte, ésta cree no poder vivir sin la madre (es la hija que todo le consulta, que todo le procura en el son de no lastimarla, la que "procura" a pesar de sus creencias o ideas darle gusto en todo lo que la madre demanda), la trae a su casa en una constante o vive con ella; es exageradamente miedosa; hasta que llega un tiempo, en que paradójicamente la hija crece y comienza a desarrollarse cuando decide "por un momento, desaparecer, expulsar o relegar a la madre en un rincón afable de su vida".

Los vínculos “vampíricos” —donde la madre vive a expensas de la hija— pueden darse porque la madre tiene a la hija de "rehén" escudada en una enfermedad psíquica o somática real o fantaseada. Son madres débiles, dependientes (aunque así no lo aparenten); depositan en la hija deberes o responsabilidades que ellas no asumen (cuidado de otros hijos, de enfermos, de sus padres, etc.). La capacidad de la hija se magnifica, pues desde muy temprana edad debe hacer frente a grandes problemas y situaciones, hacerse cargo de otros, mantener la organización doméstica, sostener emocionalmente a los padres. Se le culpa ante cada oportunidad de vida independiente con otra persona. Este nivel de exigencia para la hija la priva de vivir su niñez, la convierte en modelo de vida de sacrificio y sobre adaptación, lo que provoca en ella serias afecciones psicosomáticas.

La descalificación, la crítica constante por exigencias desmedidas en diferentes áreas de desempeño (escolar, comportamiento, inteligencia, aptitudes, belleza, amistades, etc.), provocadas, la mayor parte de las veces, por la insuficiente valoración personal de la madre que se proyecta en la hija, atrofia la autoestima de la hija, haciéndola sentir insegura, poco valiosa; y reafirmando la baja del autoconcepto en ambas, más aún cuando esta descalificación se torna en ambientes de indiferencia, o en situaciones constantes de remarcar que es por el bien de su crecimiento, o que la intención no lleva nada de crítica negativa. 

"Todos estos tipos de relaciones son inalienables; 
es decir, se dan en mayor o menor medida en el vínculo 
que se establece entre madre e hija; 
la intensidad o estereotipia de alguno de los rasgos, 
en el sentido de "no poderlos reconocer" 
y la falta de "capacidad de cambio" para una evolución, 
hará "más" o "menos" saludable la relación."



Las “buenas historias”, son aquellas que, pasando por innumerables vicisitudes de amor, aceptación, encuentros y desencuentros, logran crear condiciones de aprendizaje para ambas partes y de confianza en los propios alcances.

Para "maternar", se requiere de una alta capacidad de entrega, de discernimiento entre las propias vivencias y las de los hijos, de conciencia de las diferencias entre éstos y sus distintas necesidades físicas, psicológicas y espirituales. Y, aun así, se transitará siempre por situaciones donde por un lado estarán los juicios de valor cultural que nos indican cómo se es una buena madre y por el otro nuestra naturaleza humana, nuestros problemas y contradicciones, nuestros sentimientos.  Será más fácil lograr el equilibrio desarrollando nuestro sí mismo, ese sí mismo que se formó en el estrecho contacto con nuestra madre, con su amor y cuidados. El dolor forma parte del pasado. No existe en este mundo una persona que no cargue con lastres de la infancia. Algunos son más terribles que otros, pero lo doloroso de los recuerdos, al fin de los tiempos y épocas en que nos desenvolvamos, no tienen ninguna importancia. Dejemos que viva lo que nos diferencia de nuestras madres sin borrar lo que nos hace semejantes a ella. Reconozcamos nuestro origen, veamos en nuestras madres a una mujer, con todo lo que ello implica, y enseñemos a nuestras hijas —si las tenemos— a vernos como tales. La relación entre madre e hija puede ser una de las más hermosas que experimentemos en nuestra vida, y es una de las más intensas, profundas y complejas del ser humano.



"Especialmente dedicado a mis dos hijas,
que son mi tesoro,
mi razón de ser,
mi sostén,
mi orgullo continuo"


 NAMASTÉ-NAMASKAR
"Nos vemos mañana"




Bibliografía
Alborch, Carmen. 2007. Malas. Rivalidad y complicidad entre mujeres. Conferencia, en http://www .mujeresenred.net/,fecha de consulta 2 de febrero.
Arribillaga, Inés. 2007. Una relación “entrañable” Madres e Hijas. Artículos de género, en http://www.mujeresenred.net/, fecha de consulta 31 de enero de.
Suescún, Matilde. 2007. Relación madre e hija: compleja dualidad, en http://www.revistabandapart.com/ 002/txt/1.htm, fecha de consulta 1 de febrero.
http://www.llibreriapedagogica.com/butlletins/butlleti17noticias7.htm, fecha de consulta 2 de febrero de 2007.
http://www.unesco.org/courier/2001 02/sp/dici.htm, fecha de consulta 10 de febrero de 2007.


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